Álvaro Martínez-Novillo (Madrid, 1948)
Historiador, Crítico de Arte y Escritor. Fue uno de los principales artífices del regreso del Guernica a España. Director del Museo de Arte Contemporáneo -actual Reina Sofía- en la década de los ochenta.
Si hubiéramos de definir a Ramón Muriedas creo que nada más certero que decir que es un escultor absolutamente fiel a su concepto de belleza. Resulta difícil permanecer indiferente a sus obras, ya que están dotadas de un atractivo humano que rápidamente borra toda distancia entre ella y su contemplador y establece una armonía espiritual.
Sus mujeres, sus niños y sus personajes masculinos responden a un sentido de la belleza plena de nostalgia, estática y viva al mismo tiempo. Son seres sumidos en quietud que esperan quedos pero no lánguidos. Tienen cabezas espirituales de rasgos claros, de ojos inteligentes y sensibles, de cuerpos estilizados y con unas manos finas que culminan el retrato psicológico del personaje. Las figuras de Ramón Muriedas son inconfundibles y ante ellas se siente una profunda atracción, pues están llenas de aliento poético. Sus muchachas nos parecen en el fondo arrancadas de los versos de Garcilaso y , desde luego, emparentadas con el modelo de belleza que preconizaba Boticelli, figuras claras, poco pesantes, no sensuales, llenas de una levedad que convierte su imagen casi en un recuerdo soñado.
Modela con bravura y quiere además que la presencia del barro sea bien evidente en sus figuras, así mientras que los rostros, los cuellos, las manos y los pies están terminados finamente, los someros ropajes que cubren los cuerpos están abocetados y modelados con valientes surcos en el barro que luego se traspasan al bronce, y ello crea una verdadera tensión en sus esculturas que indudablemente las llena de vida y frescura.
Si consideramos como una de las metas de toda obra de arte que, a parte de su belleza formal, sea capaz de trasmitir una emoción al espectador, hemos de considerar que las figuras de Muriedas son paradigmáticas de ello, pues resulta muy difícil permanecer indiferente ante ellas, ya que están dotadas de una atractivo humano que rápidamente borra toda distancia entre ella y su contemplador y establece, además, una armonía espiritual que es, desde luego, más valiosa que muchas de las especulaciones creativas que algunos artistas se ven obligados a hacer ante el reclamo de lo nuevo. Por ello, hemos de acordar que Muriedas es un clásico de la serena emoción.
Álvaro Pombo García de los Ríos (Santander, 1939)
Poeta y novelista. Premio Nacional de narrativa 1997. Académico de la RAE desde el 2004. Premio Planeta 2006. Premio Nadal 2012.
Las esculturas de Muriedas son hechizantes. Uno recorre con la vista las superficies rugosas de sus familias sentadas en bancos de barro o de bronce y tiene la sensación de estar presenciando un espectáculo inmóvil y elegante que se nos ofrece, en su distinguida serenidad hierática, a cambio de todo lo que oculta.
Las esculturas de Ramón Muriedas no pueden entenderse sin ser observadas cuidadosamente. Cada una de las piezas son elaboradas investigaciones humorísticas y expresivas, sedentes apariciones melancólicas o burlonas donde cada espectador tiene esa especie de inquietud. Lo figurativo depende no sólo de la habilidad técnica y del material empleado sino sobre todo de la significación para causar su efecto. Muriedas es un escultor que ha experimentado durante toda su vida no sólo con las formas sino sobre todo con los contenidos o siginificados de sus esculturas, manteniendo, no obstante, esa discreción de buen realista que experimenta constantemente con cada frase , con cada fragmento de barro y, nadie se da cuenta.
Reflexionando sobre el arte de Ramón Muriedas, uno reflexiona, sin querer, sobre el Paraíso Perdido. Y esto hace que sus esculturas desafíen el tiempo y resulten además de muy bellas, profundamente inquietantes.
Francisco Calvo Serraller (Madrid,1948)
Historiador, ensayista, crítico de arte, comisario y catedrático de Historia del Arte Contemporáneo. Doctor en Folosofia y Letras. Académico de Bellas Artes de San Fernando. Director del Museo del Prado 1993-1994 y Fundador y Patrono del Consejo de amigos del Museo del Prado
En el terreno de lo artístico, a Muriedas, le inspiran Moore y Giacometti; el primero, especialmente importante en los primeros años de su vocación, pero cuyo sentido de la construcción retendrá siempre más allá de la seducción por determinadas formas episódicas; el segundo, decisivo a la hora de lograr esa estilización que caracterizará a sus esculturas.
Pero nos gustaría añadir otras sugestiones por puntuales o indirectas que resulten: las del Donatello que esculpe la Magdalena del Baptisterio de Florencia, pieza de textura pictoricista y crepidante; o, ya en el mundo contemporáneo, las del Arlequín -1905- de Picasso, o La musa dormida -1910- de Brancusi.
Lo ve todo desde un punto de vista familiar, arropa las historias con condescendencia, con ternura. He aquí la posible clave de esa fórmula repetida del realismo mágico, de su efusiva manera de contemplar la poesía anónima de la cotidianeidad. No está, pues, en absoluto desorientado este modelador de criaturas ensoñadoras y frágiles.
Julio Caro Baroja ( Madrid, 1913- Vera de Bidasoa, 1995)
Antropólogo, historiador y ensayista. Académico de la RAE y de la Real Academia de Historia. Premio Príncipe de Asturias; Medalla de Oro a las Bellas Artes; Premio Nacional de Letras, entre otros muchos galardones.
De modo insensible, contemplando algunas de las obras de Muriedas, se me viene a la memoria este arte refinado, sutil. Basta contemplar los rostros de sus obras para darse cuenta que hay en ellos un patetismo completamente moderno. No diré «contemporáneo», sino «moderno». ¿Por qué? Porque los héroes y las heroínas de estas composiciones, o las caritas aisladas de mujer, nos hacen pensar en personajes de obras conocidas, en mujeres de alguna narración de Chejov, en personajes poéticos y novelescos que nos son oscuramente familiares.
Muriedas hace pensar, no sólo gozar. La contemplación de sus grupos nos conduce a raras «asociaciones». He hablado de un novelista ruso, pero podría pensar en poemas franceses, hasta en sonatas de piano. Todo íntimo, melancólico y un poco inactual.
José Hierro (Madrid,1922-Madrid 2002)
Poeta. Miembro de la RAE. Premio Nacional de Poesía; Premio Príncipe de Asturias; Premio Nacional de Letras; Premio Cervantes, entre otros muchos galardones.
Muriedas, se deleita con el arabesco, el rizo, lo primoroso. Va más allá de la realidad, la trasciende, llega hasta su esencia misteriosa. Sus criaturas tienen algo de seres de siempre, de nunca, entregados a meditaciones irreales. Este escultor, no sé si antes o después, es un poeta, un creador de formas esenciales en el tiempo.
Desde su posición actual de escultor fiel a la figuración, aunque sea representada con un lenguaje neobarroco, magicista, continúa la búsqueda de una sintaxis expresiva propia de su espíritu y del espíritu de su tiempo.
Un excelente escultor, tan excelente que es capaz de acercarse peligrosamente al bibelot sin caer nunca en él, en lo trivial. Sin dejar de ser escultor de cuerpo entero.
José Antonio Fernández-Ordóñez (Madrid,1933-Madrid 2000)
Presidente del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.Gran aficionado al Arte, fue Catedrático de Historia y Estética. Académico de Bellas Artes de San Fernando. Presidente del Patronato del Museo del Prado.
La de aquel escultor era una voz personal, única, fuera de cualquier moda, silenciosa, coherente, intemporal aunque algo antigüa, que pasó desapercibida para la mayoría de críticos y artistas de aquel momento, empeñados en una lucha de tendencias plásticas y en un debate ideológico y político que a Muriedas le eran ajenos.
Cuando aquella tarde penetré en una sala de exposiciones, me encontré inmediatamente atraído hacía unas esculturas modeladas en barro y fundidas en bronce y me invadió una extraña sensación que conozco bien, que desemboca irremediablemente en una profunda amistad con el hasta el entonces desconocido artista y en la necesidad de poseer una obra suya determinada. La conservo a mi lado. El tiempo acrecentó la dignidad de su estatura, la belleza y la emoción que desprende su figura. En un pequeño rincón, forma parte de mi lugar esencial.
Giorgio Segato (Padua,1944-Padua 2011)
Historiador del Arte, comisario, crítico y poeta italiano. Fue director de la Bienal Internacional de Escultura de Padua y de Arte Contemporáneo de Vicenza; asimismo participó como comisario y jurado en diversas exposiciones y premios internacionales.
Lo que rápidamente me atrajo de su figuración fue el neto contraste entre la leve modelación de los rostros y el accidentado y vibrante movimiento de los vestidos. A esta peculiaridad de tratamiento de la materia se unía una fijedad hierática de la expresión y de los gestos, con la clara función de acentuar la condición toda contemplativa e introspectiva de los personajes.
Hay en los grupos una profunda emoción, que planta la figura, casi como si tuviera raíces , en el lugar en el que ha sido colocada, y hay también una dulce, inefable aura de incomunicabilidad , una atmósfera de individualidad , pero que parecen encontrar momentos de comunicación, de entendimiento, de conmoción a nivel íntimo, en la escucha interior, en el dictado emocional.
La materia se llena de capacidad expresiva reemprendiendo y continuando la lección de la más clásica búsqueda plástica figurativa de nuestro tiempo, de Rodin a Medardo Rosso, de Giacometti a la poética de cotidiano George Segal, pero se rescata de cada modelo por intensidad poética y por la particularísima atmósfera de investigación y de escucha en el silencio mágico y evocador de la visión interior.
Manuel Múgica-Lainez (Buenos Aires, 1910- Córdoba, 1984)
Escritor, crítico de arte y periodista argentino. Miembro de la Academia de Letras y de La Academia de Bellas Artes argentinas; Premio Nacional de Literatura de su país y Legión de Honor del Gobierno francés.
Las esculturas de Muriedas son testimonio de enorme sensibilidad y refinamiento. Transmiten la idea de un artista simultáneamente melancólico e irónico, signos de verdadera calidad
Julio López Hernández (Madrid, 1930)
Escultor. Premio Nacional de Artes Plásticas, 1982. Académico de Bellas Artes de San Fernando.
En el caso de Muriedas vida y obra se entrecruzan creando una unidad de comportamiento que el autor respetará durante toda su existencia.
Modela con desparpajo, sus texturas son volátiles pero ceñidas siempre a una infraestructura ósea, firme y precisa. Imagino que el movimiento de sus manos se asemeja al aleteo de una mariposa.
Sus figuras sedentes quieren ocupar el horizonte, que su interioridad se expanda hacia afuera, que busque el contacto con nosotros. Para sus figuras aisladas quiere la vertical ascendente, que su estrechez ejerza una presión hacia adentro y así, su alma, pueda demostrar su congoja.
Antonio López García. (Tomelloso, Ciudad Real,1936)
Pintor y Escultor. Académico de Bellas Artes de San Fernando.
Ramón Muriedas, demostró y alcanzó en la vida todo lo que tenía. Fue un escultor con un lenguaje único. Su escultura es para prestarla atención, mirarla; siendo de mucha sensibilidad, es muy amable y con mucho encanto. Tuvo su momento muy bueno gustando mucho a un núcleo de personas de la sociedad pero el tiempo hizo caer su obra en el olvido.
Junto a mí mujer, María Moreno, viajé con él a la FIAC ( Fería Internacional de Arte Contemporáneo) en París; se portó muy bien cuando presenté mis trabajos allí.
A nivel personal, era de trato fácil, agradable y simpático; . Teníamos amigos comunes. Durante años coincidimos en el Jurado del premio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.
Juan Benet ( Madrid, 1927- Madrid, 1993)
Ingeniero de Caminos. Gran aficionado a las Artes Plásticas. Escritor y ensayista de enorme talento y originalidad. Premio de la Crítica y Finalista Premio Planeta.
El retrato de Ramón Muriedas no remite a una actitud momentánea sino al estrato permanente de la persona, lo que está por debajo de los gestos y las emociones, lo que permanece intacto en el curso de la influencia variable de las horas y los días. Sin duda de que con un poco de énfasis a eso se puede llamar el carácter, porque el alma debe ser invisible. Cuando esta actitud se vuelca sobre adolescentes el resultado no puede ser más patético. Parecen profetas de sí mismos que con una mirada quieta abarcan tanto su extenso futuro como su breve pasado. Y si a eso se añade el toque furioso y llameante de un barro airado –heredero de Rodin y Giacometti- se comprenderá muy sencillamente hasta qué punto la escultura de Ramón Muriedas es de todo tiempo, de hoy para mañana, mañana para ayer.